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martes, 19 de octubre de 2010

INHUMANO

Inhumano, ¿sabes?, creo que esto es inhumano, demencial incluso, Paola. No exageres, Rafa, dijo ella, es solo… mala suerte, creo yo. ¡Y una polla de mala suerte!, bufó él, mala suerte es que el taxi que nos trajo al hotel hubiese pinchado, mala suerte es que nos hubiese tocado una habitación debajo de los cubos de la basura, no, Paola, no, no me digas que es mala suerte, porque esta luna de miel es el colmo de la crueldad, fíjate si estoy harto que hoy, nada más llegar por la mañana, mientras sacabas la ropa de las maletas, me doy cuenta que no he metido la caja de condones en la bolsa de viaje porque no los encuentro, bueno, no importa, me dije, seguro que aquí, en el hotel, se pueden encontrar bien a mano, no seremos los primeros recién casados que se olvidan de traer gomitas, total, que bajo a recepción y le pregunto a la niña que hay detrás de la barra un lugar donde comprar condones y la muy putita, con las tetas desbordando su bikini, me suelta que no tienen, que la máquina está vacía, sí,sí, esa máquina que luego viste en un rincón por la noche al salir, esa, que hace días que, según la putita, debería haber venido un chico para reponerla y ni dios ha aparecido para llenarla de condones, y la digo que qué hago sin condones, que me acabo de casar, que estoy tan caliente que me follaría hasta un caniche, y la putita que no se puede aguantar la risa y se le sale una teta del bikini, uy, dice ella, perdona, no, perdona ni hostias, digo yo, que estoy sin condones y salido total y me sacas una teta, para rematar la jugada, puta, más que puta, y la nena que se le borra la sonrisilla de la cara y me suelta que estoy loco y que hay sido un incidente, un incidente, qué cojones, me rio yo, me cago en la mar salada de los incidentes, nena, le digo yo, como me saques la otra teta te pongo a mirar “pa” Cuenca y me resarzo de la falta de condones, pues que subo como una moto a la habitación y te pillo duchándote y yo con la verga más tiesa que un palo de fregona y me preguntas si me ducho contigo, pues claro que me ducho contigo, te digo, y me quito la ropa y me meto en la ducha, un cuadrángulo amamparado cubierto de vapor donde no se ve nada y que… bueno, Paola, tú sabes, o sea, que me meto con el armatoste armado y me pides que te frote en la espalda y yo, como maridito bien arrimado te froto la espalda con una mano y con la otra te agarro una teta, y tú que me meneas la verga con el culo avivando ardores y yo que te pellizco los pezones y que el jodido vapor me embadurna hasta la sesera y que no puedo más, te digo, y te doy la vuelta como puedo, porque… tú sabes, la puta mampara, y el agua caliente que no ayuda en nada, tú sabes, manando encima nuestro, y que voy a reventar Paola, te suplico, y te acuclillas y te meriendas mi nabo, eso está bien, y empiezo a marearme de lo bien que lo haces, y se me va la cabeza, bueno, se me fue, y me apoyo en el grifo del agua fría y de allí salen cubitos de hielo, joder, saltamos como gamos y yo que pierdo pie y me apoyo en la puñetera mampara, me la llevo por delante, tropiezas y te apoyas en mis piernas y todo el tinglado se viene abajo y menos mal que no era de cristal la puta mampara, Paola, menos mal porque la hostia que me di fue cojonuda, acabo con la espalda destrozada y tú al menos conservas la dignidad, pero yo termino boca arriba como las cucarachas, pero bueno, una anécdota, si tampoco está tan mal, poca cosa fue al final porque llamamos al servicio de habitaciones y nos la arreglaron en un periquete mientras nos íbamos de paseo, de paseo, sí, pero más calientes que dos marranos en celo, que todavía me acuerdo como me pellizcabas el culo, so guarra, que te podrías haber cortado un poco y haberlo hecho por fuera, pero no, la Paola quiere tocar culo y me mete toda la mano dentro del pantalón, no te rías, si hasta me metiste un dedo por el culo, so guarra, no te rías, perra, no te rías que salté como una pulga, pero venga, que entramos en un chiringuito, porque en este puto complejo o “resort” de los huevos no hay otra cosa, encerrados como macacos con pulseritas de colorines, pero oye, que se agradeció sentarse sobre las banquetitas, donde podía apoyar los huevos y poco más de lo pequeñas que eran, y tú que te quedas de pie, ¿no te sientas, cariño?, pregunto inocente, es que no llevo bragas, me confiesas al oído, por dios, Paola, ir con esa faldita sin bragas, menuda puta estabas hecha, no te rías, Paola, no te rías que nos viene el camarero y nos tenemos que marchar porque a la niña le da corte estar de pie, que yo quería esa copita, Paola, que estaba muerto de sed, la necesitaba, joder, que el vapor de la ducha me había escaldado los huevos, pero bueno, hay que ceder, es la vida en pareja, y vamos paseando por la playa y no se me quita una imagen de la cabeza mientras tú sigues pillando culo debajo del pantalón, pedazo guarra, la imagen de tu coño desnudo, aireado debajo de la falda, y me pongo becerro otra vez y, claro, si la polla empitonada tira de un lado y tú tienes la mano en el otra, ahí algo tiene que salir, pero no sale nada y tú sigues provocándome en el culo, Paola, y no puedo más, que algo tiene que salir te digo, que tú me aprietas por detrás y que mi polla inflada aprieta por delante, pues que salga la polla, me dices y te llevo en volandas al cobertizo de los socorristas, por dios que esté abierto, rezo, y está abierto y cierro detrás nuestro y te quito la faldita, me quitas el pantalón y te pongo a cuatro patas, y allí no hay nada, ni bragas ni pelos, pero qué has hecho Paola, lloro de alegría al verte el coño limpito, y me sonríes encogiendo los hombros y te muerdes la lengua, putona, pero aún no sabes que no tengo condones, mi alma, así que trae acá ese culo, jodida marrana, y me aplico en dejarte más limpita si cabe, te endiño la lengua hasta el cogote y sorbo tu coñito afeitado y me sabe a gloria, te lo digo y te lo repito y gimes pidiendo más y más y te saco hasta las entrañas del coño y luego me dirijo al ojete, tu lindo ojete, y te me derrumbas de gusto mientras te lamo el culito mientras mis dedos te llenan la cueva, y me pides más y más y ya no tengo más saliva para embadurnar mi polla y joderte el ojete, Paola, y tu esperas mi nabo perforarte el chumino, pero tengo la boca seca, puto vapor, puto chiringuito, putas bragas, por el coño, me dices sin imaginar que iba directo al otro agujero, ¿pero tú tomas la píldora, mi niña?, te pregunto, ponte un condón, me sueltas y empiezo a llorar como un niño, y te digo que no hay condones, que no los hay en toda el puto “resort”, que no los has traído, me gritas, que no, joder, que no, que estarán todavía en España, y te me pones a llorar y yo también lloro más y más porque no soporto verte llorar y te suelto entre hipos que te puedo dar por culo y te me vienes abajo y rompes a llorar aún más y de repente se abre la puerta y nos pillan en pelotas, llorando como niños, que no hay condones, grito a los socorristas, y nos da igual taparnos que no, porque no hay condones, sigo gritando, pero nos tapan con unas toallas y nos mandan de vuelta a la habitación y de camino mendigo un condón a los curiosos que nos miran compungidos, pero nadie tiene, putos mentirosos, sí que tenéis, malditos desgraciados, no puede ser que seamos la única pareja con ganas de follar, yo os maldigo, les grito, y la recepcionista que nos ve llegar y se asusta y se le sale otra teta y a mí me da algo, Paola, que la puta niña se está riendo de mí, que me saca una teta para joder, que no, me dices, que se le ha salido al vernos llorar, que se asustó, pero que de putilla tiene aires, me confirmas en la habitación, pero si yo solo quiero follar, Paola, solo quiero follarme a mi mujer, o sea, a ti, pero es que no hay gomitas, me respondes, pues por el culo, te pregunto de nuevo, y me plantas una hostia en la mejilla, por mi madre que mi culo sale virgen de este “resort”, me gritas, y yo me derrumbo y me obligaste, tú sabes que me obligaste, Paola, no tenía otra opción y me encierro en el cuarto de baño y me hago una paja, pero aún estoy caliente, y me hago otra y puedo con una tercera porque aún me arden los huevos y tú aporreando la puerta, que me meo, me chillas, por tu madre, Rafa, que me lo hago aquí mismo y te dejo entrar pero yo sigo a lo mío y me tumbo en la bañera mientras voy a por la cuarta y mientras me miras abochornada soltando el pis no puedes evitar tocarte, no me jodas, Paola, y venga a tocarnos, tú en la taza del pis y yo en la bañera, y te pones colorada, y me pongo colorado, y yo venga a darle al nabo, y te restriegas las tetas y terminas por quitarte la ropa y te plantas delante de mí, apuntándome con el coño, ¡putón!, y yo te lamo más y más, y me agarras la cabeza y la entierras en mi coño, se te rilan las piernas, esto es el no parar, pero no hay condones, ¡a la mierda todo!, gritas, me sueltas y te subes encima de mí en la bañera y te metes el nabo hasta el fondo del coño, sin gomita ni gomota ni hostias, qué rico Paola, y follamos como locos, joder, claro que sí, como putos locos, que en esa bañera soltaste más cochinadas que en toda tu vida y, zas, que la bañera se nos revienta en dos, pero qué puta bañera de los cojones es esta, joder, y una tubería estalla y de la raja de la bañera brota agua helada, sí, más helada que la de la ducha, pero de dónde narices sacarán el agua tan fría en el Caribe, me pregunto yo, pero salimos vivos de allí, jodidos pero vivos, y volvemos a llamar al servicio del hotel y nos dicen que es una putada, ya lo creo que es una putada, una putada de habitación con bañeras anti-polvos, joder, pero no hay más habitaciones, cómo que no hay más habitaciones, grito, y mientras tanto, el agua llega hasta la terraza, que no saben cómo cortarla, así que nos mandan a otro resort de la compañía, mira qué majos, pero el taxi que nos lleva pincha, ya ves, y la nueva habitación está debajo de los cubos de la basura, ya ves, pero aquí sí hay condones, ya ves. Ya veo, Rafa, ya veo, pero, ¿se puede saber por qué no estamos follando?, pregunta la mujer. Pues porque acabo de encontrar los putos condones, Paola, no esos que acabo de comprar, no, los que tenía en la puñetera bolsa de mano, que no miré bien, pero ahora déjame dormir, por favor, déjame dormir.

miércoles, 6 de octubre de 2010

PARA ESCRIBIR RELATOS ERÓTICOS

Surge esta guía para intentar suplir las carencias que, considero, aparecen con demasiada frecuencia en los relatos publicados en la web de TR. Sin embargo se podrían aplicar a cualquier tipo de escrito, salvando las distancias.
Lo primero, lo más importante, para escribir relatos eróticos (o pornográficos, quién sabe dónde está la diferencia) es escribir con la cabeza y no con la polla (o el clítoris). Parece un chiste, pero está lejos de serlo. Hay que olvidar, mientras se escribe, todos esos calores que te entran al transcribir aquella idea o recuerdo que te martiriza y te enciende la libido. Hay que ser profesionales; escribir erótica es lo mismo que escribir aventuras, suspense, etc. No creas que por teclear con ese deseo calenturiento anidando en la entrepierna vas a poder transmitir a tu escrito ese deseo. No, amigo/a, no. Me viene a la cabeza la imagen de un escritor haciéndose una paja con una mano mientras con la otra va tecleando a trompicones, loco por expresar su orgasmo por medio de palabras. O una cosa o la otra, señores; hazte la paja antes o después de escribir, pero mantén el pajarito (o la pepita) escondido mientras tecleas o, te aseguro, saldrá una mierda tan grande como indigerible.
Y, no obstante, tu escrito tiene que expresar esa idea que te atormenta. ¿Qué cómo se hace?, pues con arte, mi amigo, con puro arte. Parece fácil, pero ya habrás intuido que no lo es. Te contaré como lo hago yo, ten en cuenta que en esto de escribir no hay reglas. Mis relatos suelen empezar con una imagen, una escena, un cúmulo de escenas o, simplemente, una idea. Es mala cosa empezar el relato con un personaje, alrededor del cual surgen las situaciones, sobre todo porque las nenas esculturales y cachondas o las tímidas y huidizas ya están retratadas, siento decirlo, de todas las maneras posibles. No intentes crear a alguien nuevo, especial, arrebatador, porque ya está inventado, te lo aseguro. ¿Tú crees que, entre los cuarenta y pico mil relatos que hay en la web, aún no se ha creado nada parecido a lo que estás pensando? Es simple estadística. Ahora bien, el cómo actúa un personaje ante una determinada situación, como se desarrolla y crece su personalidad (o muta) ante los hechos que se le presentan… ay, amigo, ahí está la gracia del asunto.
Alrededor, por ejemplo, de esa imagen, escena, etc, es de donde surgen las preguntas, las preguntas que deben hacerse los lectores y que hacen tejer un relato que atrape o que al menos sea grato de leer. Las preguntas que te harán parir la trama. Supongamos que nos viene a la imagen un cuarto pequeño, amueblado con enseres antiguos, objetos de antaño, madera oscura, arañada, deslucida; una mesa camilla en el centro, con un tapete de ganchillo. Alrededor de la mesa cuatro ancianas juegan a las cartas; rostros arrugados, concentración absoluta mientras se trasiegan copitas de anís o chinchón y van echando las cartas jugando a la brisca mientras despellejan a sus vecinas o familiares con comentarios hirientes, de esos que solo la edad sabe sacar toda la iniquidad y mala leche. Un reloj carrillón da las seis y un gato maúlla desperezándose en una esquina. Quizá, pensando en un relato erótico, te venga a la cabeza una situación típica: detrás de las ancianas, un hombre y una mujer, con un delantal por única ropa, con la cofia de ella y la pajarita de él como muestras en su vestuario de su servilismo, esperan inmutables, como dos estatuas, el devenir de los acontecimientos. ¿Por qué están desnudos? ¿A qué aguardan? ¿Por qué no les importa mostrar sus vergüenzas? Seguro que te surgen más interrogantes. Las respuestas son las que te dan el camino a seguir para escribir el relato. Y esas respuestas motivarán más interrogantes: ¿cómo ha llegado a esa situación la pareja? ¿Qué ocurrirá después? Si te cuesta encontrar más preguntas o pergeñar las respuestas es debido a dos motivos: tienes poca imaginación, y por lo tanto, siendo franco, mejor será que, por ahora, te dediques a otra cosa que a escribir. También puede ser debido a que tu método de extracción de ideas sea otro, perfecto en ese caso.
Vale, bien, tienes historia. Una historia más o menos hilvanada, con los suficientes cabos sueltos aquí y allá para que tú mismo vayas descubriendo los detalles y te incentiven durante la escritura. Y ahora, ¿cómo la cuentas? Pues poco a poco, poniendo palabra tras palabra. Pero antes, detente, no sigas. Te falta lo fundamental, aquello que puede convertir tu relato en algo interesante de leer a algo imprescindible de leer. Ritmo. Sí, ritmo, como en las canciones. Puede ser pausado, lento, con situaciones y escenarios descritos con detalle y mimo. O rápido, electrizante, sin que te deje respirar. Puedes combinarlos si quieres, no tienes porqué limitarte a un solo registro rítmico. Ritmos lentos se consiguen con frases largas, palabras masticadas, difíciles de digerir, descripciones detallistas cargadas de opiniones y preñadas de sentimentalismo y hondura. Ritmos rápidos aparecen con diálogos cortantes, acciones furiosas, párrafos de pocas palabras, un devenir continuo de contradicciones y mareantes subidas y bajadas, como en una montaña rusa.
Cuando escribas, por favor, no lo cuentes. Dilo. Aprecia la diferencia con este ejemplo.
“Alfredo estaba furioso con Ana. Se sentía abochornado y dolido ante lo que estaba escuchando. Un cornudo, eso era, un puñetero cornudo. Y la muy puta quería que la perdonase. No hay derecho, pensó, esto exige un resarcimiento descomunal. Ahora vas a ver, rió para sí.”
Esto no, señores, esto no. Si solo sabes contarlo así, matas todo el encanto de la escena. ¿No puedes imaginarte la situación, intuir el diálogo, dejar que sea el lector quien adivine, a través de tus palabras escritas la escena, los sentimientos, los pensamientos? Deja que sea él quien lea, guiado por tus palabras (aunque solo le muestres un camino posible, como un corderillo) de lo que quieres expresar. Deja que el lector imagine. Por ejemplo así:
“El hombre se sentó con el cuerpo rígido en el sofá, las manos en las rodillas, los dedos tensos clavados en las rotulas, la mirada fija en la pared, dejando que aquella sensación de odio le embargase.
—¿Me perdonas, Alfredo? —preguntó Ana con un hilo de voz, sentándose a su lado. Intentó tomar entre sus manos una de las de su novio, pero no le fue posible. Estaban unidas con firmeza a las rodillas.
Alfredo apretó los labios, permitiendo que sus mandíbulas rechinasen en el interior de su boca, consintiendo que la respiración entrecortada se adueñase de su pecho. Los dedos de su novia estaban tibios al contacto con su mano. Tibios no, fríos, pensó, tan fríos como ella. Pero así de frío debía mostrarse él, argumentó, más frío aún.
—Perdonarte. Eso me pides, Ana —repitió Alfredo mirando a los ojos de su novia. Ni siquiera esos ojos azulados, pensó amargado, están cubiertos de lágrimas. Ni siquiera muestran un arrepentimiento genuino. No, no lo hacen ahora, pendón de los cojones, se dijo para sí, pero lo harán, puta, te juro que lo harán. Esos ojos tuyos tan lindos van a suplicar, sí, ya lo verás.”
Un párrafo convertido en cuatro, más largo, sí. Más complicado de escribir, sí. Menos adjetivos, sí. Más ambiguo, sí. Pero, ¿te gusta escribir? ¿Te has imaginado la situación, la tensión entre ambas personas? ¿Has intuido de va el asunto, porqué viene motivado el enfado de él? Si eres capaz de sacar eso, de vomitar ese alud de sentimientos, continúa escribiendo. Si no… ya sabes la respuesta, lo siento.
Este corto escrito, resumido, sería así: escribe con cabeza. Las situaciones mandan, no los personajes. Imprime un ritmo al relato. Cuéntalo, no te conformes con decirlo.
A estos pequeños consejos, añade uno bien grande. Lee. Pero lee mucho, y si no es erótica, tanto mejor. Y no leas los relatos de la web, no. Lee libros de verdad, impresos en hojas o en formato electrónico, pero libros de verdad. Adquiere vocabulario, busca nuevas formas de expresar aquello que retienes, aquello que te impulsa a escribir. No hay nada de malo en escribir pensando o imitando a un escritor consagrado (que no publicado). No serás el primero que lo hace.
Por último, ¿qué historia se te ha ocurrido en torno a las ancianas en su mesa-camilla tras las cuales esperan esa pareja desnuda? ¿Ahora sí? Pues, venga, dale a la tecla, joder, ya estás tardando.