La mujer levantó la mirada de la holo–revista, de la cual si la hubiesen preguntado en ese momento de qué trataba no podría haber respondido, y acompañó a la enfermera a la sala. Ojalá tuviese su saxo a mano para tocar alguna melodía. Era la única forma de relajación que conocía.
–Hola, Mercedes.
Mercedes estrechó la mano del hombre que se levantó tras la mesa para saludarla. Era grande, casi dos metros. Fornido, de piel tostada, mulato quizá,...