
—Ya te he dado las
gracias, Silvia, pero te repito que no puedo salir esta noche: si Jorge se
despertase y no me viese junto a él, se pondría a llorar. No pararía de llorar.
Yo no puedo salir de marcha pensando que me hijo me reclama.
—Vamos, por favor, María,
no me hagas esto. Jorge ya tiene nueve meses. Tiene que aprender a dormir solo.
—Muchas gracias, pero no.
Silvia...