RSS
Facebook

sábado, 29 de mayo de 2010

PEPINOS

-Es quizás una opción poco probable pero, bien mirado, parece la única alternativa posible, dadas las circunstancias- dice el doctor Carrero.
Alfredo y Juana se miraron preocupados. No querían llegar a este extremo. Al menos no por ahora.
-Pero… -aventuró Juana con la voz trémula, bajando la mirada hacia sus zapatos- ¿Seguro que no hay otro posibilidad menos… no sé… algo menos… personal?
El doctor Carrero inspiró aire y tras unas gafas redondas de diseño antediluviano, entornó los ojos y comprendió el embarazo de la joven. Apoyó los codos en mesa y juntó las puntas de los dedos y los índices en su mentón barbudo, en un gesto grave.
-No.
-Les aseguro que no la hay –añadió-. Es más, les puedo ofrecer los teléfonos de varios colegas para tener una segunda opinión…
-Pero es que lo que usted nos está diciendo –le cortó Alfredo cogiendo de la mano a su mujer-, es que para que ella pueda quedarse embarazada, tenemos que… que… ¡mierda, si es que suena absurdo se diga cómo se diga!
-Juana debe dilatar su vagina con un enorme pepino para que su vagina se amolde a su pene, señor Guijarro.
-¡Está usted loco! –bufó Alfredo sin poder contenerse, mientras Juana estallaba en lágrimas.
-Comprendo que estén algo alterados con mi tratamiento…
-¿Y por qué un pepino, doctor? –preguntó Juana sacando un pañuelo de papel del bolso, con la los ojos enrojecidos y moqueando sin parar.
-Ya se lo he indicado varias veces, señora Guijarro –el doctor corrige su tono al ver al marido entrecerrar los ojos y fruncir el ceño. Uno de sus puños le está temblando de ira. El cuello muestra varias venas palpitantes. ¿Por qué se especializaría en para-ginecología? -¿Se ha dado cuenta de la enormidad del sexo de su marido? Un pepino es lo más parecido en tamaño y forma y sólo tiene que encontrar una frutería de confianza que…
-Dios… -sisea Alfredo a punto de abalanzarse sobre el desdichado doctor, y éste calla al instante-. Vámonos, querida. Vámonos o no respondo, te juro que no respondo.
La pareja se levanta de sus sillas y abandona la consulta del doctor Carrero que, imperturbable por fuera, pero acongojado por dentro, espera hasta que la puerta se ha cerrado para exhalar un suspiro de fastidio.
-No te jode… -murmura abriendo la carpeta donde figura el historial de la señora Guijarro. Sus ojos zigzaguean entre resultados de análisis y mediciones corporales. Se detiene, sin embargo, su mirada en las fotografías tomadas con micro-cámara del interior de la vagina de doña Juana y del sexo previamente excitado de don Alfredo. En ambos casos se han tomado con el mismo objetivo para evaluar y demostrar con una sola mirada el tamaño de ambos sexos.
El doctor Carrero sostiene en el aire las dos fotografías, una de ellas de un tamaño casi el doble que la otra y chasquea la lengua varias veces.
-Es una pena –murmura para sí volviendo a guardar las imágenes en la carpeta. Se levanta de su butaca y guarda ésta en un archivador de varios cajones que ocupa toda una pared. De paso saca otra carpeta que coloca sobre su mesa, sentándose de nuevo en la butaca, con gesto cansado.
-Es una pena –repite pasándose los dedos por su cabello ralo y canoso, pero esta vez sonriendo. Luego, pulsando un botón del interfono, pide con voz cantarina:
-Lola, hágame pasar a la siguiente pareja, por favor.
La puerta se abre y un enfermero de cuerpo fornido y cara seria, con una camisa de fuerza bajo el brazo, se sienta frente a la mesa del doctor Carrero.
-Por hoy ya basta, don Severino, que me va a meter en problemas. Póngase esto y vayamos a su celda sin armar ningún escándalo, ¿eh?

0 comentarios:

Publicar un comentario

Comentar no cuesta nada salvo un pedazo de tu tiempo. Venga, coño, que es solo un minuto.

Lo siento, pero me obligan a informarte que este blog usa cookies propias y de terceros para ayudarte en tu navegación. Si continuas navegando se entiende que aceptas el uso de cookies. (Recuerda que puedes eliminarlas usando los ajustes de tu navegador) OK