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lunes, 10 de mayo de 2010

¿CÓMO ESCRIBO?



Bueno, antes de nada, explicaros que cada maestrillo tiene su librillo, y el mío, mejor o peor, es éste.
La tarea de escribir no la concibo sino como un auto-descubrimiento. Quiero participar, al igual que el lector, de la magia de ir avanzando y encontrando un mundo inexplorado y nuevo. Es por eso que, habitualmente, sólo tengo una vaga idea de cómo espero que fluyan las cosas. Una pequeña guía me basta. A partir de ahí, al igual que un ovillo bajo una rueca, voy desmadejando el texto. Y éste, no siempre discurre por donde quiero.
Se podría decir, utilizando un símil, que parto de las espinas del pescado y voy construyendo el pez. Pero no sé qué tipo de pez aparecerá.
Esto, no pocas veces, me ha traído algunos disgustos y otros tantos quebraderos de cabeza. El principal: llegar a un punto muerto sin saber cómo continuar. Es en estos casos cuando me lamento de mi estilo de escritura. Pero es también, cuando me hallo en estos atolladeros, cuando elucubro una forma de continuar que no se me había ocurrido. ¿Magia? No. Es darle al tarro y pensar, pensar y pensar.
Cuando creo que la trama decae, suelo darle un giro inesperado, ponerlo todo patas arriba, formarme un nuevo obstáculo y preguntarme ¿cómo salgo ahora de ésta?
En cuanto a los personajes, me gusta describirlos hasta cierto punto, definiéndolos con el detalle suficiente para que el lector pueda hacerse una idea correcta de mi visión del personaje, pero dejando una cierta amplitud de interpretación que, creo, es la base para poder crear un personaje convincente y único. Sobre todo, suelo dotarles de algunos defectos, físicos o de comportamiento, que impiden que la fantasía de la aburrida perfección vuele sobre ellos.
Una vez que he acabado el borrador de la historia, llega el proceso mecánico y milagroso de la revisión. Mecánico porque hay que ir corrigiendo faltas de ortografía o gramática, sustituyendo adjetivos y adverbios repetidos o malsonantes por otros más “inspirados”, intentando no destruir el espíritu de la historia. Milagroso porque suelo encontrar agujeros en el escrito que me permiten ahondar y mejorar aún más en una descripción o un diálogo.
Por supuesto, los diálogos deben ser creíbles y fáciles de entender. Deben hacer avanzar la historia y atenerse al viejo dicho de “no me lo cuentes, muéstramelo”. Permiten, además, hacer ver cómo es un personaje con el lenguaje que utiliza y sus muletillas.
¿Qué os parece mi forma de parir relatos? ¿Cuáles tenéis vosotros?

2 comentarios:

  1. Hola Gines. Bueno, decirte que mi estilo es bastante similar al tuyo. Yo también cuido mucho los dialogos, por que es ahi donde creo que un personaje se define a si mismo. Las descripciones fisicas las dejo para el fluir del texto. Me parece de muy mal gusto comenzar un relato y describir a un personaje fisicamente. Altura, color de pelo, etc...Si leo eso an algun relato, me lo salto o incluso cambio de relato.
    Un saludo.

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  2. Depende. No creo que tenga una única forma de escribir. A veces sucede así, tengo una idea, tal vez una escena o una frase y a partir de ahí, exploro los comos y porqués que parece pedir. Otras veo un final posible (estás son las que me suelen gustar más escribir) y trato cuidadosamente de conducir el texto, la historia, los personajes, a mí y al lector hacia ese final. Estos son como revelaciones. En otras es un desafío, el uso de un método, una exploración de genero... En otras un desborde de la mente y el corazón, algo que necesito decir casi sin saberlo y busca la manera de que yo lo diga.
    Últimamente se me rompen las historias, los personajes. O más bien inician su camino demasiado tocados para ser salvados. Cosas de la mente que juega malas pasadas.
    Lo mejor es cuando la historia parece que inexplicablemente ya estaba allí esperando que yo la "vea" y encuentre las palabras para contarla. Y así seguiría y seguiría.
    No sé cual es mi forma de escribir, según un amigo desde el corazón. No, yo escribo desde el estómago.
    Me parece interesante el tema de la reescritura. Soltar el crítico que llevamos dentro. Justo en ese momento y no antes, que coño, el cabrón paraliza mucho el proceso creativo.

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