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sábado, 8 de mayo de 2010

¿QUÉ HAS DICHO?

-¿Sabes, cariño? –pregunté sonriendo mientras enrollaba los espaguetis con tomate alrededor del tenedor. Llevaba dando vueltas al cubierto sobre la pasta desde hacía varios minutos y mi plato se asemejaba ya a una constelación blanca y roja.
-¿El qué? –dijo Ricardo, mi novio, enfrente mío mientras iba royendo el hueso de la chuleta. Se había manchado con el vino al poco de traernos el primer plato y ahora tenía una camisa de color salmón estampada con un goterón impresionista al lado de la tetilla derecha.
-Ayer, cuando hice la sesión de fotos para el supermercado, sostuve para el baño (las fotografías de la ropa de baño; las categorizaba según para qué fuesen) a una preciosa bebita.
-Ah, ya –respondió mientras continuaba rascando el hueso en busca de las pocas hebras de carne que aún habían escapado a sus dientes.
-Era una niña muy guapa, y no hacía más que reír. No lloró en toda la sesión, lo cual es increíble con todo el ajetreo de gente de acá para allá y los fotógrafos chillando y los maquilladores y estilistas y…
-Sí, sí, sí, todo el mundo haciendo ruido y el bebé no lloró, pero ¿qué me quieres contar? –me cortó dejando el hueso mondo y lirondo en un rincón del plato y pringando la salsa con un trozo de pan.
-Pues que… -pensé que sería fácil. Pensé que llevándolo a hacer lo que más le gustaba, comer, sería más sencillo y que estaría más predispuesto, pero estaba visto que Ricardo no tenía ni idea de por dónde quería ir.
Callé. Le miré a los ojos y quise transmitirle mis pensamientos, hacerle partícipe de mi anhelo, compartir mi sueño.
Sólo obtuve una sonrisa de complicidad ante algo que, definitivamente, no era lo que yo estaba pensando. Quizás me quiso decir que la comida de este restaurante sí estaba buena, o que él también tenía ganas de hacer el amor o que tampoco podía aguantarse un pedo. No sé. Tuve que decírselo con palabras.
-Ricardo, que quiero ser mamá.
La copa se resbaló de sus dedos vertiendo el vino sobre sus labios entreabiertos y dispuestos para acogerlo y se deslizó por su mentón empapando toda su ropa. Me miraba con los ojos abiertos, desafiantes en su órbita, ajeno al desastre de sus pantalones calados y manteniendo el rictus en su cuerpo inmóvil a punto de apurar su copa. Un bocado de pan untado en salsa se coló por la abertura incorrecta porque al instante perdió su condición de estatua para empezar a boquear como un enorme salmón fuera del agua agitando los brazos como dos aletas, intentando zafarse del anzuelo.
Grité con un chillido llevándome la servilleta a la boca y poniéndome de pie lo que provocó que la mesa entera y su contenido se volcasen hacia Ricardo ya de color granate y giré la cabeza implorando con la mirada la ayuda de alguien.
Por suerte, uno de los camareros corrió hacia nosotros llevándose por delante la bandeja repleta de platos de un compañero y saltando sobre varias mesas y sus respectivos comensales como una cabra montesa, llegó hasta nuestra mesa y atenazando por detrás a mi marido, aún sentado, por debajo de las costillas le izó como un guiñapo y apretó con tal fuerza que el trozo de pan embadurnado en aceite y saliva no tuvo más remedio que salir expulsado de su boca cual disparo que impactó en mi frente ya dispuesta a asumir los coscorrones sobre la lápida de Ricardo.
Mi marido cayó a la silla cuando el camarero lo libró de su tenaza y la sala entera, vuelta hacia nosotros explosionó en una salva de aplausos. El pegote de pan pringoso resbaló estancándose en mi entrecejo mientras miraba con ojos aún más abiertos a mi marido comenzando a respirar cubierto de sudor y recuperando el color en su cara.
Me arrodillé a su lado y le tomé la mano mientras me miraba con ojos lánguidos, opacos. El camarero le sujetaba los hombros, previendo un desmayo.
-Pero… ¿qué has dicho? –preguntó Ricardo mientras la baba discurría por sus labios -¿Qué vas a ser mamá o … que quieres ser mamá?

1 comentario:

  1. Hahahah...Me ah encantado, y una sincera sonrisa escapó de mis labios ;)
    By: Dora

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